1.05.2015

Ahogarse en el silencio contenido en tu calada, discontinúa haciéndome daño, es un caos. La mentira tiene las piernas de una zorra y yo sólo quiero oírte gemir mi versión de los hechos.
“Atención: distracción”, dice el cartel, idiota. Pega un volantazo, que salto. Cógeme al vuelo y déjate tirar. Caídas, qué sabrás tú de mis bajos fondos que no me hayas contado ya.
Acelera que respiro más fuerte. ¿Te oyes?
Eres mi única voluntad.
La última calada.
No pares.
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Andar lo recorrido por si me falta algún lugar que no me recuerdes, olvídate, no lleva a Roma. He decidido quedarme quieto por si te cansas de no esperarme cuando lo dejo todo, pero dime ven, que cuervos.
Críalos con el cuidado que me tienes y déjame probar a hablarte el idioma del ciego: Léeme la boca.
El camino de vuelta a casa es a empezar también, mareado ya. Como cuando me abrazabas sin que nadie se diera la cuenta que ahora te das tú, que es la que me traen, que ya ni pesa.
Calculas mal, como siempre aunque ahora, nunca.
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Ojalá pudiera ir, pero no vienes.