Buenas, queridos amigos y amigas del mundo virtual.
Hoy toca jugar a ser poeta o escritor o yo qué sé.
Os comento:
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El año pasado se me ocurrió recolectar, embalsamar, juntar, coleccionar, los mejores textos que había dado de sí el año y que estaban publicados – Los que no, suelen acabar en la papelera de reciclaje –. Hoy, 24, hace justo un año de aquello y como si fuera ayer voy a hacer lo propio con este año.
El caso es que en aquel entonces llamé a todo aquello “Embalsamados” (en un alarde de originalidad, de imaginación, de lucidez suprema) y el de este (en otro alarde ídem) se llama “Embalsamados Volumen II”.
Este año ha sido un poco locura, por aquello de que alguien quiso hacer de todo esto algo serio y por la conciencia que toma uno de todos los miedos que le suponen ser considerado autor o escritor. Porque ni lo soy ni lo pretendo.
Todo esto surgió como el juego de un adolescente con ínfulas de sensible y ni planeo ni busco nada más – sería un insulto a los que de verdad hacen poesía –.
El caso es que una semana antes de decidir llevar a cabo todo esto me di cuenta de que seguía en el punto de partida, ese punto, sí. Fui consciente de que no había superado nada, de que había confundido un giro sobre mí mismo con andar, con correr, a veces. De que había visualizado el horizonte pero sólo veía mis pies moverse, como andando, sin avanzar absolutamente nada, ni un palmo.
Los sentimientos no se superan, se cubren de capas y capas de otros sentimientos más mediocres. Por eso el primer amor es como es y por eso el resto.
Por eso, también, estos embalsamados están escogidos con el cariño que da entender lo que escribía aunque nunca llegar a comprenderme. La frialdad que cede el paso del tiempo, pero la familiaridad de estar justo donde los escribí, como volver a casa.
Aquí quedan los retratos de todos los tiempos pasados convertidos en presente, como cuando rememoramos las hazañas con los amigos de toda la vida.
Aquí quedan.
Sin mucho más que decir, dejaros aquí el enlace al PDF cutre en el que he embalsado diez meses de toda una vida.
Publico para conservar, para dejar en manos de todos lo que me hago tragar – qué imagen tan bonita, lo sé –. Así que nada.