8.05.2013

Lo necesario de mirar lo obvio a priori

Caminaba por la calle, a lo lejos, en una esquina equidistante avisté a un cachorro de perro jugando con un gato. El gato, temeroso, se encontraba con los pelos de punta, en posición de ataque, mientras el perro, ajeno a cualquier posible zarpazo, ladraba y movía el rabo con tal gracia, que pareciera como si el felino fuera su amigo y no su enemigo natural. Me di la vuelta, y al instante el micho comenzó a bufar. Supuse que el chucho se le habría acercado más de lo que se le estaba permitido y el gato, antes de atacar, intentaba asustarlo y así lo había logrado, pues sus ladridos habían cesado en ese momento. Pero, ¿Y si no pasaba eso?, quizás otro perro había llegado e iba con la intención de atacar al minino. O quizás éste se encontraba atacando al pobre cachorro cuando dejó de ladrar y necesitaba auxilio, o tal vez simplemente el dueño del sabueso había intercedido… Un millón de posibilidades se me amontonaron en la cabeza. Segundos después de dudar, habiendo andado un buen tramo, quise ir a mirar qué había pasado, pero perro y gato habían desaparecido de aquel lugar y no pude disipar mis dudas.

A veces es necesario no hacer obvias las cosas que no se ven ni se saben con certeza. Hay que pararse y mirarlas detenidamente. Analizarlas y no tomar preconcesiones. Porque, aunque en ese caso el perro posiblemente huyera temeroso, nunca lo sabré con seguridad.