Tu voz chilla mi nombre en la lejanía vacía del espacio. ¿Me escucharás cuando mis ecos lleguen a tu ventana? Nanas que salen de tu boca llenan de notas musicales la cama y hacen más placentero el desvelo contemplativo de lo que me has prometido una y otra vez. Los auriculares, barrera entre la realidad y nuestra propia verdad, se empapan con millones de ideas abstractas que ni siquiera yo entiendo y tú ni te molestas en analizar. Tu voz sigue inspirando millones de palabras inconexas plasmadas en un folio en blanco con una gota en una esquina doblada, escondida por miedo a sonar más fuerte que tú. Tu voz se está quebrando, mi nombre llega distorsionado y mis ojos comienzan a llorar por el frío que provoca la ruptura de nuestra burbuja musical. ¿Y si cantamos otra canción?, quizás esta ya ha quedado pequeña. ¿Quieres que sigamos cantando?