Apagas la televisión, miras la chimenea, sigue encendida, y te sientas a mi lado pasando tu brazo por mis hombros. Pones música, suena “Casanova”, y parece que el fuego arde aún más, prestándonos su luminiscencia. Voy recorriendo con mi cabeza tu hombro, tu vientre, hasta llegar a tus piernas donde la reclino mientras mi cuerpo tendido reposa en el sofá. Me miras, te miro, y parece que nada importa, ¿Acaso importa algo? La chimenea está ardiendo, “Te quiero” me describen tus labios, “Yo también” respondo. Te miro a los ojos, me baño en su verdor y me sigo deleitando con tus labios a la luz de la hoguera. Sonríes, sonrío, y nos echamos a reír con el único sentido que otorga el absurdo.