Amanece la oscuridad del día. Soledad me llama y me cita en aquel viejo recuerdo por el que paseo cuando la vida carece de amabilidad; siempre. Me ato a la cama y dejo que mi imaginación te acerque. Suspiros en mi nuca, sollozos en mis orejas, millones de caricias hacen que me estremezca. La electricidad baja soporífica por mi vientre, acaricia mi ombligo y descansa en mi desnudez. Vivo. Cinco segundos son necesarios para que el mundo se humille, tal que derrocando su absolutismo, logre tu natural imagen sobre la mía. Anhelo tus labios y la realidad se torna el más vil de los castigos cuando abro los ojos en tu busca y tú no estás. Desespero.